La forma de vida que llevamos los jóvenes de hoy no tiene nada que ver con la de generaciones pasadas, la de nuestros padres. Nuestra generación se relaciona con el mundo y busca el sentido de la vida de una manera muy diferente.
Nuestra forma de vivir asusta a los mayores, nuestra manera de hablar que no lleva el peso de la censura les alarma, vivimos ahora más libres de restricciones y planes de vida preconcebidos, construimos nuestro futuro a trancas y barrancas, deshaciendo una etapa y empezando otra, no nos obsesiona el trabajo para toda la vida o la pareja para toda la vida, gozamos de la experiencia de la libertad y el riesgo de la infelicidad, vivimos siempre en el ensayo y el error, porque comprendemos que la vida no es un guion predeterminado, sino que la hacemos dia a dia. Tenemos la tranquilidad que nos da tenernos a nosotros mismos porque a partir de allí se crea todo lo demás, esta es nuestra generación, creemos en que ningún sistema de vida es eterno, que lo podemos cambiar y empezar de nuevo y lo que nos alimenta o nos permite crecer no es lo que podamos ir almacenando sino lo que podemos estar viviendo. Esa es nuestra riqueza y eso es lo que buscamos todo el tiempo.
Nos casamos cada vez más tarde, los 35 a los 40 se han convertido en las edades de casarse y formar una familia. En nuestras relaciones amorosas no conseguimos la continuidad, desechamos una relación y asumimos otra, los amigos son quienes llenan nuestras necesidades de tener a alguien en quien sujetarse, ellos tienen roles más estables y mayor continuidad.
Tenemos cierto miedo a ser decepcionados nuevamente y por eso nos protegemos demasiado, no otorgamos nuestra confianza y usamos muchas caretas, pero necesitamos de los demás, del cariño y de la confianza aunque nos sea difícil conseguirla, solo confiamos en nuestros padres que nos escuchan o en los amigos que lo hacen y nos ayudan, pero tememos vincularnos íntimamente, a pesar de que lo necesitamos. Ese es el juego de nuestras necesidades afectivas, querer y no querer, amar pero miedo a ser lastimado. Esta duda nos lleva a la soledad, y es la soledad en que vivimos.
Tenemos sueños, eso no lo perdemos pues la libertad incrementa nuestra posibilidad de éxito y es posible cualquier cosa. No nos derrumbamos o decepcionamos con los obstáculos, pero siempre lo volvemos a intentar. No nos asusta la sexualidad, es una función vital más del cuerpo humano, para nosotros no lleva la connotación de compromiso de antes, sino el de una entrega autentica, el ser sincero con tus deseos.
Mis deseos y mis sufrimientos son míos y los llevo conmigo, la variedad tan amplia de experiencias que tendrá mi vida me permitirán olvidar o transformar lo que siento.
En nosotros existirá siempre el surgimiento de una ilusión, de eso está llena nuestra vida, de ilusiones y nada ni el más fuerte desengaño o la propia muerte, puede quitarnos esta capacidad.
Carta de un joven del mundo