sábado, 9 de enero de 2010

VIVIR A LA DEFENSIVA



Los tiempos actuales nos impulsa a vivir de una manera casi uniforme, a la defensiva. Las amenazas a nuestra salud, a nuestra familia y a la vida pacífica en sociedad que recibimos constantemente por diferentes medios, nos ocasionan de todas maneras una sensación de temor del que no somos conscientes. Es muy conocido que son los hechos vividos los que forjan nuestro carácter y personalidad, entonces ¿Que personalidades se están formando en la actualidad, dado este contexto?

Ahora todos vivimos a la defensiva, cuidándonos de que alguien se aproveche de nosotros o nos engañe, y es esta sensación las que nos impulsa a anticiparnos haciendo cosas para evitar el daño imaginado.

Evitamos las situaciones riesgosas como: Un nueva relación de pareja, un nuevo trabajo, o un cambio de lugar de residencia, preferimos quedarnos con lo conocido y nos negamos a entregar nuestra confianza fácilmente a alguien, incluso esto nos puede llevar a negar nuestra colaboración solidaria a los demás. No tenemos ese gesto de desprendimiento de uno mismo en beneficio del otro y mantenemos nuestro egoísmo.

Nos conducimos intentando evitar los problemas pero cuando estos ocurren nos genera gran ofuscación e incluso desesperación. Toda persona ha pasado o pasará por experiencias desagradables y penosas en su vida: Muertes, separaciones, enfermedades, peleas, engaños, decepciones, etc. y las vivirá con la intensidad y daño consecuente que tendrá que asimilar y superar integrando esa experiencia a su personalidad. Pero ¿Realmente esto se está consiguiendo?

El miedo que tenemos a que nos pase algo malo o nos vuelva a pasar, es activado constantemente por la situación amenazante de nuestro entorno: Crisis económica, enfermedades contagiosas, guerras, hambre, abuso infantil, violencia domestica, etc. Y condiciona nuestra manera de conducirnos en nuestra vida diaria, donde vivimos intentando tener todo bajo control y prevenir cualquier posible daño que nos pueda ocurrir. Las acciones que realizamos van desde evitar situaciones, hasta angustiarnos por problemas que realmente no existen. Una madre puede sobreproteger a un hijo por temor, una joven puede renunciar a entablar una nueva relación, un trabajador evita comprometerse con su empresa por miedo a que se aprovechen de él.

Las malas experiencias existen, pero deben ser gestionadas de una manera distinta a la actual, no en el sentido destructivo sino por el contrario en su aspecto constructivo. Debemos empezar por aprender a afrontar las situaciones negativas exponiéndose a ellas, es decir, atreviéndose a experimentar. Debemos ser capaces de caminar por caminos fangosos tan igual como sobre el camino llano. El temor está dentro de uno mismo, en nuestra mente como una suposición o un fantasma y no fuera de nosotros. Lo verdaderamente real son los hechos, la experiencia misma y solo afrontando situaciones difíciles podremos observarnos mejor a nosotros mismos y conocernos más.

Conocer que es lo malo y lo bueno que tenemos, en que nos equivocamos y como corregir el error en la próxima experiencia. Debemos evitar huir de los problemas y situaciones riesgosas entendiendo que el experimentarlos nos puede traer mucho beneficio. Debemos partir con una actitud optimista y a la espera de vivir intensamente cada experiencia que nos trae la vida.



Milton Miranda